No se me ocurre mejor manera de soltarlo todo que escribirte. (Que escribirte a ti, o escribir para mí, para todo el mundo, para nadie, o yo qué sé). Necesito salir de la barrera que me mantiene en este estado de inquietud, de incertidumbre, de no saber realmente lo que ha pasado, en qué momento empezó todo, por qué. No sé cómo levantarme después del golpe (y sonará duro, pero tú tampoco puedes).
No recuerdo la última vez que te abracé. Se acabó. ¿Cuándo habría sido si no...? bueno, eso. Quizás la misma última vez que es ahora mismo, pero quién sabe. Lo repetiré una y mil veces, no me gusta echar de menos, no quiero echarte de menos. Te echo de menos. Y si es así para mí, que no sé cuándo fue nuestro último abrazo, nuestra última conversación de verdad, la última vez que me miraste (que me miraste, no que me viste), ¿para los que sí recuerdan?
Fuiste el último día sombrío, no te dio tiempo a ver florecer a los almendros. Duele. A ti más, supongo. No lo sé. Quizás ya no. Te diría que no te vayas; creo que es tarde. ¿Y si hubieras podido ver todo esto? Nadie lo sabe. Ni siquiera creo que tú lo supieras. ¿Si fueses, ahora, después de todo, ser capaz de ver las lágrimas? Dónde estás. Dime, ¿quién fue la persona que llegó a conocerte de verdad, alguien? No es fácil darse la vuelta, o sí. ¿Qué hago yo hablando de esto, qué busco, qué me pasa? Girarse y volver. Es tarde. Ojalá no lo fuera. Lo fue en ese momento. Podría no haberlo sido. Ya no sé ni lo que digo. Tengo frío.
(Nadie muere y desaparece).
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