lunes, 7 de abril de 2014

La mirada de un hombre ciego.

Como el hombre ciego que no puede vivir sin su reloj atado a la muñeca.

Siempre viste de azul, porque es su color favorito: "Huele a arándanos", utiliza como argumento.

Camina siempre  en línea curva, conoce bien su camino, no se choca.

Cada tarde se sienta en el banco que da al lugar más bonito del parque; lo sabe porque escucha las sonrisas de los que se van acercando.

Tiene su habitación  repleta de los dibujos de sus hijos, está preciosa.

Conoce el idioma del piano; las teclas hacen historia cuando se deslizan entre los dedos del hombre (a veces incluso rozan con el viejo reloj, emitiendo un chasquido que solo él es capaz de ver).

Y escucha pasar los segundos de su vida.

Y se siente parte de ella.

Porque sabe mejor que nadie la forma que tienen las cosas bonitas.

No le hace falta conocer el tono exacto.

O su silueta.

(Él saborea los abrazos.)

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