Como el hombre ciego que no puede vivir sin su reloj atado a la muñeca.
Siempre viste de azul, porque es su color favorito: "Huele a arándanos", utiliza como argumento.
Camina siempre en línea curva, conoce bien su camino, no se choca.
Cada tarde se sienta en el banco que da al lugar más bonito del parque; lo sabe porque escucha las sonrisas de los que se van acercando.
Tiene su habitación repleta de los dibujos de sus hijos, está preciosa.
Conoce el idioma del piano; las teclas hacen historia cuando se deslizan entre los dedos del hombre (a veces incluso rozan con el viejo reloj, emitiendo un chasquido que solo él es capaz de ver).
Y escucha pasar los segundos de su vida.
Y se siente parte de ella.
Porque sabe mejor que nadie la forma que tienen las cosas bonitas.
No le hace falta conocer el tono exacto.
O su silueta.
(Él saborea los abrazos.)
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