Cree ser capaz de engañar a todo aquel que le rodea. En realidad, continúa con su vida sólo gracias a la esperanza de así poder seguir manteniendo sus más profundos pensamientos en secreto. O quizás por miedo a que se pierdan tras ella, sin haberlos depositado en ninguna otra persona que pueda conservarlo en su memoria, o incluso un pedazo de papel para que alguien pudiera saber realmente lo que siente en su interior.
Sus pensamientos suicidas se esconden realmente bien tras una sonrisa no demasiado deslumbrante, pero siempre atenta para regalarse, y de unas manos delgadas y delicadas dispuestas a ser las más fuertes del mundo para levantar a alguien que esté cayendo, o las más suaves para acariciar a quien necesite compañía. En ninguna ocasión ha negado sus miedos y pensamientos de incapacidad, pero tampoco los ha afirmado; nadie ha sentido la necesidad de preguntar.
Disfruta viendo la sangre resbalar por su piel (disfruta, dentro de lo que cabe). Son lágrimas tintadas, intentando dejar marca, gritos ahogados que nadie escucha o es capaz de observar. Líneas secas color escarlata que tienen su origen en una herida a la que no dejará cicatrizar, a la que mantendrá abierta para seguir admirando el flujo carmesí.
Grita, para que alguien escuche. Pero en el fondo, no quiere que nadie oiga su voz. No quiere que nadie sufra por su desdicha, que llore sus lágrimas, que sangre sus cortes, ni que sienta sus pensamientos. Soporta todo sola, porque no tiene más remedio.
(Porque los secretos adquieren ese nombre cuando los escondes para no dañar a los de tu alrededor).
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