El mundo entero se estremeció. Todos los que tienen un alma sensible sintieron el mismo escalofrío recorriendo su interior, investigándoles por dentro, invadiéndoles, como si alguien estuviese abriendo en ese momento el cuaderno de secretos de cada uno de ellos. Fue un día extraño, algo estaba distinto en el ambiente: era el sollozo de la Muerte, al principio; luego, su grito desesperado.
Los cuerpos con sentimientos sufren ante el amor. Pero si es la Muerte la que se enamora, de unos pómulos carnosos y rosados, de unos dedos que son capaces de acariciar, de alguien que tiene la oportunidad de ser feliz...
Observa, en silencio (y su silencio se vuelve todavía más mortal). El tiempo para Ella no transcurre igual; la insignificancia de una vida humana no es nada en comparación con su inmortalidad.
Acudió al parto de la criatura, no tuvo piedad con su madre. Sus ojos, del mismo tono dulce que los de la niña, se fueron apagando, mientras luchaban por ver a su hija, aunque fuera una única vez. Y la Muerte, pálida y fría, envidió, a su sorpresa, la calidez de los hoyuelos que adornaban la sonrisa de la pequeña. Desobedeciendo a sus principios, se fue acercando durante los años a esa familia, robando el alma de forma injusta a las personas más cercanas a ella. Los médicos no tenían explicación para tales muertes, y el pueblo empezó a pensar que esa familia había sido maldecida. La Muerte sabía que estaba haciendo mal a la chica de los ojos de miel, pero sentía la gran necesidad de contemplar su belleza, y no conocía otra forma de hacerlo.
Muchos temen desaparecer del mundo, pero nadie piensa que la causante de tales desastres tuviera sus propios miedos (ni Ella misma era consciente). Ahora, le asustaba la idea de que la niña se quedase sola, de no tener una excusa para volver a acercarse. El problema era que la huérfana también temía, y se alejó del mundo para no causar más daños, pensando que ella tenía la culpa de la palidez prematura en las mejillas de sus familiares y pocos amigos. Vivió algunos años de soledad, huyendo de la compañía, apartando cálidas manos que pronto teñirían de blanco si llegara a agarrarlas.
La Muerte vivió esos años con absoluta desesperanza, e intentó subsanar su vacío creando otros alrededor del mundo, provocando guerras, y por tanto, muertes masivas. Hasta que no pudo esperar más. Buscó a la joven, y los huecos de sus ojos emitieron un destello.
Se acercó demasiado. El alma de la chica, tan hermosa como ella misma, fue recogida con delicadeza por quien más la apreciaba. (Los ojos de azúcar y las mejillas sonrosadas quedaron cubiertas por una capa de amor pálido.)