domingo, 27 de abril de 2014

Ni el viento.

     "Hoy no soy feliz." Le dijo al mes de abril, gritándoselo, con la ventana abierta, segura de que nadie iba a escuchar. El viento le preguntó sus motivos, y ella supo que estaba dispuesto a escuchar. Se dejó envolver y empezó a hablar. Al principio muy despacio, escogiendo cada palabra con cuidado, midiéndolo todo, al ritmo de las curvas del aire que chocaba contra sus pestañas, haciéndolas revolotear. Después, cuando confirmó que su oyente no iba a escapar, dejó la delicadeza a un lado y se volvió loca, y lo soltó todo, (y se soltó el pelo) y gritó al cielo. No había nubes, ni hacía frío, sólo estaban ella y el viento, interesado en sus palabras.

     Ella temblaba. Él lo provocó, en parte. Después se fue. Ella volvía a estar sola. Encerrada en su propio desorden. Desastrosa en sí misma. (Ni el viento sabe lo que pasó después.)

   

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